viernes, 3 de julio de 2009

Capítulo II - Feos Como Perros

Una vez dentro me tranquilicé y comencé a caminar más despacio. Encendí un cigarro. Cerraba los ojos al dar las caladas para parecer más interesante. Con esto lo único que conseguí fue tropezar con un caballero y apagarle el cigarro en la espalda.

- Perdón- dijo el hombre.
- Perdón, perdón... cualquier día le va a pasar algo a alguien y usted sólo va a decir perdón, perdón... - le enseñé a comportarse.

El hombre se apartó de mi camino y continué bajando buscando las vías.

Tras llevar bajando escaleras dos horas y media, por fín ví una línea de metro, la negra, que termina en el núcleo. Me monté; tenía que hacer transbordo para ir a atocha pero no me venía mal del todo. Consulté a mi reloj. Él me insultó a su vez. No estaba seguro de que fuera bien aquel reloj ultramoderno así que me levanté del asiento y pregunté la hora a todos los pasajeros que había en el vagón. Apuntaba las horas que me decían y, después de hacer la media, puse en hora el mío. Escuchaba toda clase de respuestas a mi pregunta:

- Hola, ¿tiene hora?
- Si, las una y cuarto- contestaba un amable joven.
- Hola, ¿tiene hora?
- No, aquí en el metro no tengo cobertura- contestaba otro joven.
- Hola, ¿tiene hora?
- No joven, ya le he dicho, no tenía antes y no tengo hora nada para darle, ni una peseta- me dijo una señora.

Cuando tuve mi reloj en hora me dí cuenta de que era tarde. Iba a llegar tarde a mi entrevista de trabajo, así que empecé a cruzar vagones hasta llegar al delantero. Llamé a la puerta que comunicaba con la cabina.

- ¿Sí?
- Pues claro que sí... –contesté
- ¿Qué quieres?- me dijo el comandante del metro.
- Quiero que te des un poco más de prisa, tengo una entrevista de trabajo- le gritaba porque había un ruido ensordecedor-.
- Ya me doy bastante prisa, ahora mismo voy leyendo el país... -contestó.

Dejé por imposible al comandante del metro ya que no le entendía. Decidí cambiar mi medio de locomoción. Veía en el techo una palanca llamada freno de emergencia. Tiré de ella y automáticamente un guitarrista y el cantante que estaban en el medio del vagón interpretando una ranchera salieron disparados contra la parte trasera del tren. La puerta se abrió. Corrí.

Ya estaba, por fín, en la calle. Aspiré con fuerza. Decidí no meterme más tiros por lo menos hasta después de comer. Saqué un chicle del bolsillo y me lo tragué. Me metí otra rayita. Un personaje que parece un policía me toca en el hombro. Me giro.

- Buen giro-dijo el policía
- Si, pero sin Induráin no es lo mismo-contesté sinceramente.

Tras un momento de duda, el policía se tocó la oreja e hizo el gesto de pensar. Yo recordaba que hay ambientes en los que esos gestos son más que palabras.

- Bueno, bueno, individuo inhalando cocaína encima de capota de taxi en plena Puerta del Sol... -redactaba el policía.
- Eso está mal redactado, parece que encima de la puerta del Sol hay un taxi colgando, y encima de ese taxi estoy yo. Por cierto, es esnifar, inhalar lo hago con el bote de pegamento- le corregí.
- De acuerdo.

Tras un intercambio de direcciones y teléfonos de contacto para no perder la amistad el policía se fue con todos mis datos y dijo que me llamaría. A mí ni siquiera me dio su número de teléfono.

5 comentarios:

  1. ¡aNÓNIMO!...DIGO ÁNIMO

    como vas de lo tuyo?

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  2. sublime... cómo he extrañado a glóbulo! joder, dónde ha estado todo este tiempo?? la antiLITERATURA ha vuelto. ahí es nada...

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  3. sí, la antiliteratura nunca muere....jjj

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  4. no creo que lo que haces sea antiliteratura :$
    ¿no has pensado escribir guiones a lo Tarantino? Deberías.
    Un saludo

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