lunes, 21 de septiembre de 2009

Capítulo IV - Mi último refugio

Capítulo IV
Mi último refugio

Me desperté a las seis de la mañana en la misma posición en la que me había quedado dormido a eso de las cuatro y media. Me senté en la cama, cerrando los ojos de nuevo y permaneciendo en esa posición veinte minutos. Los ojos se me abrieron cuando noté un fuerte golpe en la nuca. Tengo sangre, me toco. Veo que mi padre me miraba con una barra de hierro amenazante en sus manos. Le expliqué que me estaba tocando porque todo ser humano tiene sus necesidades. Me rompe la barra en la cabeza, ahora si que sangro. Rápidamente aparece en la puerta de mi habitación el servicio a domicilio para donaciones sanguíneas casuales (S.A.D.S.A.C) y comienzan a achicar sangre del suelo de mi habitación, con cubos y demás enseres. Una enfermera me explicaba que con la cantidad de sangre que generosamente estaba perdiendo se podrían rodar la segunda y la tercera parte de “Salvar al soldado Ryan”.

Cuando conseguí salir a la calle me miré en el espejo retrovisor de un coche y me noté algo pálido. Tenía mal cuerpo, así que entré a un bar a desayunar.

- Ponme un vaso de sangría.
- Marchando...

Cuando ya me iba el camarero me dijo que marchando era una palabra que se utilizaba mucho en la jerga hostelera, pero que podía quedarme.
Al rato apareció con mi vaso de sangría.

- ¿Desea algo de comer, caballero?
- Sí, traeme unos panchitos.

Mientras hablaba con el camarero noté como una chica sentada en la barra me miraba fijamente. El camarero la ordenó que se bajase de la barra inmediatamente, a lo que ella obedeció. Se cambió de sitio y se puso a mi lado. Me fijé en sus ojos. Era una chica guapa, además vestía realmente bien. Llevaba una camiseta ajustada color azul cielo, una falda amarilla y unas botas verdes de agua. Debajo de sus botas se observaban unos calcetines blancos con trocitos de paja incrustados. Ella pidió un vino. Rápidamente pensé en que a los dos nos gustaba la bebida roja. Al poco tiempo el camarero le trajo su vino blanco.

- ¿Tienes reloj?-me preguntó.
- Sí, ¿quieres saber la hora?
- No, suelo preguntar a la gente si llevan reloj, ¿sabes las veces que llegamos a mirar la hora en toda la vida?
- No... –respondí.
- Yo tampoco. Creo que nadie lo sabe. Le hago ésta pregunta a cientos de personas todos los días y nadie parece saberlo-decía ella-. ¿ Éste es el reloj que regalaban con los choco-krispies?-dijo señalando mi reloj rosa.
- Sí, yo cada día me pongo uno, los tengo todos.
- Yo tengo cuarenta y tres, me falta uno, pero no creo que termine la colección, es demasiado dinero-dijo deprimida.
- ¿ Cómo te llamas?
- María, María Refugio.
- Yo Glóbulo, Glóbulo lo-lo. El apellido es Japonés.
- ¿Tu padre es Japonés?-preguntó María.
- No, es Winstonero, se llama Lolo.
- ¿Qué es Winstonero?
- Es una especie de traficante de cartones de tabaco-contesté-. Camarero, la cuenta hijo de puta.

El camarero dijo que mi sangría y su vino blanco eran doscientas pesetas. Le dí un puñetazo por intentar hacerme pagar su vino blanco. María me explicó que se trataba de su vino, no del vino del camarero. Miré a María, que estaba buscando dinero en su bolso de piel de elefante. Saqué rápidamente dinero de mi bolsillo y lo puse sobre la barra.

- Tranquila María, no busques mucho, tocamos a cien pesetas cada uno, mi parte ya está puesta...

sábado, 5 de septiembre de 2009

Capítulo III - Buscaba trabajo...y me comieron lo de abajo

Capítulo III
Buscaba trabajo...y me comieron lo de abajo

Reanudé la marcha y me sentía un turista más. Caminaba despistado mirando arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda, al centro y a dentro. Ponme otro vino. Me lo bebo. Otro. Otro. Pedí la tapa. Me dieron una chapa de Fanta. No me gustó nada el detalle, así que me fui, no sin antes despedirme.

Gracias, hasta luego hijos de puta... – le dije a los camareros.
Hasta luego, gracias caballero.

De repente frené en seco. En el suelo, en el medio de la calle, observaba, lo rodeaba, miraba alrededor. No podía ser. Nadie parecía estar mirando. Era imposible que estuviera en el suelo y nadie se hubiese dado cuenta. Hice dos movimientos, rápidos y eléctricos, y me lo metí en la boca. Un chicle de fresa en el suelo, cuando se lo cuente a mis amigos no se lo creen, pensé. Recordé que sólo me hablaban mis padres pero daba igual, se lo podía contar a ellos.

Caminando encontré una pequeña tienda de discos. Entré a preguntar si tenían una referencia.

Hola, ¿qué tal?, oye, ¿teneis una referencia?- pregunté.
Tenemos miles de referencias- respondió gracioso.
Ah, vale gracioso, entonces teneis una referencia... -afirmé.
¿ Cómo sabes que me llamo gracioso?

Tras unos momentos de silencio y confusión continué con mi consulta.

¿Sabes en qué disco viene una que dice: “ soy ese beso que se da sin que se pueda comentar, soy ese nombre que tú jamás pronunciarás, soy lo prohibido”
¿Quién canta eso?-preguntaba ignorante.
Bambino, hijo mío. La canción se titula “Soy lo prohibido”. Del disco La fuerza del destino. Sólo era para comprobar si seguías sin saberlo.
¿Cuánto cuesta hoy?
Pues lo mismo que ayer, llevas siete años preguntando el precio del mismo disco... -respondió molesto-.
Y tú llevas siete años sin saber el título de las canciones. ¿Cuánto cuesta, Rayman?- pregunté al chico de la caja. Yo le llamo Rayman porque se sabe todos los precios, o eso dice.
Novecientas noventa y cinco pesetas, Glóbulo. I.V.A inclusive.
Cuando baje de las mil pesetas lo compraré. Seguiré esperando... ¡hasta mañana hijos de puta!- me despedí cordialmente
Hasta luego, gracias caballero.

Volví a la calle y volvía a parecer un turista perdido, tropezando con más personas de las que podría hacerlo queriendo. Decidí hacer el experimento y empiecé a buscar los choques y tropezones intencionadamente. Choqué bruscamente con un transeúnte, me caí de cabeza
al suelo, justo encima de unos tropezones que alguien había vomitado haría apenas dos minutos (supe la hora exacta de la expulsión por la temperatura de los mismos).
Un hombre gritaba en una esquina, yo paré a su lado y le pregunté qué le pasaba. Lo hice de éste modo:

- ¿Qué le pasa?

Él no me contestaba pero seguía gritando.

- ¿Qué le pasa?

Ante la pena inmensa que salía de aquel hombre dí la vuelta y fui hacia una tienda de bocadillos que estaba justo enfrente. Compré un bocadillo de atún con nocilla. Cuando salí de nuevo a la calle observé atónito que el hombre de la pena inmensa se había movido de su sitio y le ví metiéndose por una calle próxima. Yo también quisiera meterme pero ya no tengo más cocaína, me dije. Crucé la carretera que separa una calle de la otra de un salto y me planté detrás suyo. El hombre se alejaba cada vez más rápido, por lo que era difícil
seguirle, así que comencé a correr tras él con el bocadillo de atún y nocilla en la mano derecha. Rápidamente le alcancé y, encogiendo los hombros y agachando la cabeza, le embestí por detrás. El hombre de la pena inmensa seguía llorando, ahora en el suelo, y me miraba asombrado por el placaje que había llevado a cabo. Yo seguí mi camino, mientras daba el primer mordisco a mi bocadillo de atún con nocilla.

Por fín llegué al lugar de la entrevista. Eran las 12 de la noche. Llamé al telefonillo.

- ¿Sí?
- Sí, eso es.

Abrieron la puerta y empecé subir las escaleras. Cada diez escalones retrocedía doce, debido a las caídas. Las caídas en las escaleras siempre son cuesta abajo, a diferencia de las caídas en el espacio que son cuesta arriba. Mi padre decía que las cuestas se llamaban así porque costaba subirlas. Yo al principio pensaba que si hubiera sido por eso se llamarían costas en vez de cuestas, así que supuse que las costas se llaman así porque son caras y las cuestas porque cuesta subirlas (o no cuesta bajarlas).
Por fín llegué a la planta baja, donde tenía mi entrevista, llamé a la puerta b, donde tenía mi entrevista, pregunté por Juan, con quien tenía mi entrevista. Me atendía una señorita en paños menores que me explicaba cómo a partir de las nueve de la noche el negocio cambiaba de propietario y se transformaba en un prostíbulo. La pedí trabajo, mandando a la mierda a Juan. La chica me comentó que iba a dar más trabajo del que podía hacer pero me pidió que le sacase la basura. Tras estar más de cuarenta minutos con un bastoncillo, le conseguí dejar limpias las orejas. Ella me lo agradeció. Me quedé con el bastoncillo de recuerdo. Bueno, ahora ya no era un bastoncillo, era un algodón gigante de esos que comen los niños en el parque de atracciones. Se lo regalo al primer niño que veo por la calle. Fallece allí mismo.


Llegué a casa pasadas las cuatro de la mañana y me encontré con una nota en mi escritorio:
Do.
Voy al salón y me encuentro con otra nota: “Glóbulo, te han llamado del trabajo, la entrevista es mañana a las ocho de la mañana”. Firmado: Mamá sangre.
Si no fuera por mi madre qué sería de mí. Me pregunté por qué no me habría llamado al móvil para comunicarme que se anulaba la cita. Saqué el móvil del bolsillo. Hacía tiempo que no metía la mano en éste bolsillo. Junto al móvil apareció el manuscrito del tratado de Versalles y un duro que invertí en bolsa hace años y se ha convertido en doscientas mil pesetas. En el móvil tengo cincuenta y siete llamadas perdidas. Decidí irme a dormir, ya que dentro de pocas horas tendría que levantarme para dirigirme de nuevo a la entrevista de trabajo, esperando tener más suerte esta vez.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Cuando era una estrella

Hace años estuve cerca de alcanzar el estrellato literario...de esto no queda nada, ya que aunque gané un premio en una web, esta ya no existe y no queda rastro. además el premio fue no premiarme con su premio, así que nada.
quedan pocas pruebas de mi éxito, pero gracias a google he encontrado una. salgo en el país!!!! aquí os dejo el enlace al articulo en el que aparezco:

http://www.elpais.com/articulo/andalucia/liberacion/escritores/elpepiautand/20020219elpand_32/Tes/

después de unos años en la sombra, glóbulo va a regresar a donde o adonde o donde debió estar siempre:(lo escribo en varias lenguas para internacionalizar el blog)
en lo más bajo.

creo que voy a inaugurar una sección en la que hablaré de la gente que no me gusta. estoy pensando empezar con...ramoncín?..ya está muy visto, es tan asqueroso que da pereza hablar hasta de él..

creo que la sección se va a llamar: Si estuviera en "Viven" me comería primero a...........


pido a los dos lectores que tengo que si tienen alguna preferencia la hagan saber